miércoles, 12 de octubre de 2011

El valor de lo inmaterial

  Luis Feito junto al "3-M-O, recientemente adquirido en la Sala Retiro por 153.000 euros. 
Fuente: Logopress, Revista de Arte


Un titular: Sala Retiro bate el récord internacional de cotización de Luis Feito con la venta de un óleo por 153.000 €. Y acto seguido una reflexión: El arte contemporáneo español vuelve a acaparar el interés de los inversores con otras ventas de Picasso, Tapies, Saura, Equipo Crónica, Mompó, Guerrero…
Son este tipo de conclusiones las que me parten el corazón. Y no porque viva en la inopia, o en la más absoluta ignorancia. Con pies de plomo, pero con el alma llena de inquietud. Eso me solía decir mi abuela. O no. Pero ¿a que sería bonito?
Como decía, no vivo para nada alejada de la realidad que nos rodea. Una estructura que de forma sistemática elimina cualquier esbozo de humanidad. ¿Blade Runner era una premonición?
La subasta de arte y la consecuente especulación dentro de este campo no es nada nuevo. Ni siquiera tiene la exclusividad de estar marcada por el signo de la contemporaneidad. Quizás ahora es más mediático. Por aquello de la Sociedad de la Información, la (no) democratización del acceso al consumo, etc etc. Pero no es producto, ni mucho menos, de un capitalismo desorbitado, de una época obscena con el gasto (aunque claro está, todo ayuda). Lo cierto es que, para desgracia de los románticos, siempre existieron clases en esto del acceso a la posesión de obras de arte.
Lo cual no deja de ser paradójico. Y mágico. Que grandes reyes, monarcas, las personas más poderosas del mundo hayan siempre soñado con poseer la fuerza de una sensación, la fuerza de una emoción materializada sobre un lienzo, sobre piedra, cartón o a través de la fragilidad de las palabras. 
Baudelaire decía, soñaba, que ‘la obra de arte responde a una labor de idealización que transforma lo natural en supranatural’ y, ¿no es precisamente esto lo que ha buscando el hombre, desde que es hombre? Religión, arte. A veces se cruzan.
La obra de arte tiene un poder mágico de recuperación, es una especie de mnemotecnia de lo bello porque nos habla o nos evoca emociones e impresiones que el artista intenta eternizar o reencontrar buscando un lenguaje adecuado que hable al recuerdo. El alma del espectador o del lector puede también recuperar de alguna manera impresiones similares siguiendo, desde un movimiento análogo, el lenguaje mágico y sugestivo de la obra. La obra de arte es por tanto una actividad íntima y personal de evocación, una lectura simbolista e imaginativa de la relación entre el yo y el mundo’. (Baudelaire)
Precisamente por ello me siento lejos de titulares cómo el que hace un par de días cubría la noticia del excesivo derroche en la adquisición de un Feito. No por poca admiración, sino más bien porque la proyección de una cifra sobre el concepto del arte, eliminan por completo ese caracter de ‘sugestión, es decir, ese modo extraño y forjado de realidad, donde el ser y la existencia se confunden, donde la existencia está objetivada y solidificada en el ser, donde el ser está aligerado por la existencia’ y donde definitivamente uno, solo e individual, puede arrojarse al simple disfrute que otorgan los sentidos. 
¿Cómo se puede arrojar valor material (¡cifras!) sobre algo tan subjetivo?



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