domingo, 25 de diciembre de 2011

El travestismo del autor, o el autor como performance


Andy Warhol by Christopher Makos

Hace aproximadamente un mes fui a una conferencia de Estrella de Diego en el marco del ciclo sobre Yves Saint Laurent en la Fundación Mapfre. En ella, planteaba una cuestión que no me ha dejado ni mucho menos indiferente y que creo que es clave para comprender, ya no solo el entorno del arte contemporáneo en general, si no que es extrapolable a otros ámbitos como pueden ser el de la moda, la música o la literatura: el artista como performance.



El artista como performance -no como creador, sino como parte de la creación, como materia prima de la misma- introduce una nueva perspectiva sobre cómo valorar y analizar la obra de arte en su conjunto. ¿Qué es más importante, el hecho o el proceso?
Además, da la casualidad de que es un tema recurrente últimamente en mi entorno. Y es que recientemente acabo de terminar mi primera lectura de Vila Matas, Lejos de Veracruz, que de una forma indirecta trata también este dilema.

Lejos de Veracruz, Vila Matas.

Un personaje bohemio, un auténtico dandy de esos que tratan de hacer de su vida una obra de arte (aún sin saberlo), acaba por sentir la necesidad de plasmar su vida y ordenarla a través de la escritura. La obra es al fin y al cabo el resultado del proceso del duelo del propio protagonista que desgrana en varias personalidades las propiedades del escritor (o del artista). El ego, lo sublime y la melancolía. De esta forma, lo que en un principio caminaba con la intención de convertirse en una obra (una novela) acaba por superar esta barrera y es el propio autor -protagonista al mismo tiempo- el que se convierte en la piedra angular de la obra. 
Estrella de Diego lo señalaba como una característica propia de la modernidad en la que, además, la  autoría queda en ‘en blanco’ y prácticamente cualquiera puede serlo. El ejemplo no era en vano: la serie de autorretratos que Warhol hace travestido.
Autorretrato Warhol travestido, 1981


Esto parece a todas luces el final de las jerarquías y el aislamiento arbitrario. El proceso adquiere la posición del fin y el autor queda relegado al impacto del primero. A tenor de todo ello, lo que yo me pregunto sin embargo es, ¿no es acaso esta la dinámica que adquiere la evolución de los tiempos? Al fin y al cabo se trata de hacer exclusivo algo que no lo es -y esto, no es más que el ciclo propio que sigue la moda-. Fotos en serie de carné de personajes aleatorios. ¿Dónde está su esencia extraordinaria? ¿Qué es lo que los diferencia del resto?

Edie Sedgwick, 1965

Se trata de dos pinceladas que marcan, según dicen, la versión actualizada del panorama cultural. El anonimato y el travestismo del artista como performance. Dos pinceladas que cobran sentido si comprendemos los procesos como un espejo en el que ellos mismos se completan a través del otro, del que mira. La autoría es compartida y de la misma forma la reconoce como parte del significado de la obra.

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